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Perspectivas de la terapia génica

      La terapia génica consiste en sustituir genes defectuosos (negativos) por genes normales. También incluye el uso de genes para tratar la diabetes y el SIDA. La cuestión de la posibilidad de tratar enfermedades hereditarias surgió tan pronto como los científicos desarrollaron formas de transferir genes a células específicas, donde se transcriben y traducen. También se planteó la cuestión de qué pacientes debían tratarse primero: ¿los que tenían más enfermedades o los que se conocían mejor? La mayoría de la gente se inclinaba a creer que la terapia génica debía desarrollarse para aquellas enfermedades sobre las que se sabe más: se conoce el gen afectado, la proteína y el tejido de su localización. Este era, en particular, el caso de la inmunodeficiencia grave, que está asociada a la falta de la enzima adenosina deaminasa (ADA) en el organismo. Como consecuencia de la deficiencia de ADA, se interrumpe la formación de linfocitos T y B en el niño, que queda completamente indefenso frente a bacterias y virus. En un contexto de grandes costes financieros, se ha obtenido un efecto terapéutico en niños enfermos como resultado de la introducción del gen ADA. Sin embargo, cada año nacen varias decenas de niños de este tipo. En la actualidad, se presta mucha atención a la investigación de la terapia génica para enfermedades que afectan a muchas personas: hipertensión, colesterol alto, diabetes, algunas formas de cáncer, etc.

 

    Dado que la terapia génica implica cambios en el aparato hereditario humano, se necesitan requisitos especiales para los ensayos clínicos:

1) una comprensión clara del defecto genético y de cómo se forman los síntomas de la enfermedad; 

2) reproducción del modelo genético en animales;

3) no se dispone de una terapia alternativa, o la existente es imposible o ineficaz; 4) seguridad para el paciente.

 

     El desarrollo de la terapia génica también aborda las siguientes cuestiones

1) ¿qué células deben utilizarse?

2) ¿qué parte de las células debe curarse para reducir o detener la progresión de la enfermedad?

3) ¿será peligrosa la sobreexpresión del gen introducido?

4) ¿es seguro que el gen reconstruido penetre en otros tejidos?

5) ¿Durante cuánto tiempo funcionará la célula alterada?

6) ¿serán atacadas las nuevas células por el sistema inmunitario?

 

     La terapia génica hereditaria es transgénica y modifica todas las células del organismo. No se utiliza en humanos. La terapia génica no hereditaria (somática) corrige únicamente las células somáticas afectadas por un defecto genético. La terapia génica no hereditaria puede ayudar a un individuo, pero no mejorará la condición de las generaciones futuras, porque el gen mutante no se modifica en los gametos.

 

     Por desgracia, se sabe poco sobre la mayoría de las enfermedades hereditarias. En los casos en que se sabe qué tejidos están afectados, es difícil introducir en ellos un gen normal. A pesar de ello, la genética médica ha logrado avances significativos en el tratamiento de ciertas enfermedades. Se utilizan dos enfoques. El primero consiste en aislar células del cuerpo del paciente para introducir en ellas el gen necesario (terapia génica ex vivo), tras lo cual se devuelven al cuerpo del paciente. Como vector se utilizan retrovirus que contienen información genética en forma de ARN. El retrovirus está provisto de ARN recombinante (ARN del virus + copia de ARN de un gen humano). Después de que el ARN recombinante entre en una célula humana, por ejemplo, una célula madre de médula ósea roja, se produce la transcripción inversa y el ADN recombinante portador del gen normal entra en el cromosoma humano.

   

     Así es como se trató a varios niños de la citada inmunodeficiencia grave debida a la ausencia de ADA. Al mismo tiempo, obtuvieron la enzima ADA aislada de vacas como fármaco terapéutico. Utilizando el adenovirus (AVV) como vector, los científicos desarrollaron un método de terapia génica para la anemia falciforme. En condiciones naturales, el AVV sólo afecta a las células rojas de la médula ósea precursoras de los glóbulos rojos. Se introdujo un gen funcional de β-globina en el AVV, y el virus lo transfirió a los glóbulos rojos inmaduros. Estos últimos se llenan de hemoglobina normal y se envían al torrente sanguíneo. Otro enfoque de la terapia génica consiste en utilizar virus, células cultivadas en laboratorio e incluso portadores artificiales para introducir genes directamente en el organismo del paciente. Por ejemplo, el adenovirus, que carece de propiedades patógenas, está contenido en una botella de aerosol. Cuando el paciente inhala la suspensión en aerosol, el virus penetra en las células pulmonares y les aporta el gen funcional de la fibrosis quística. Si las células son resistentes a la manipulación genética, los científicos afectan a las células contiguas. Estas últimas inciden en las células defectuosas en un gen concreto. Por ejemplo, se está probando la terapia génica en ratones con daños en la misma parte del cerebro que los pacientes de Alzheimer. El gen del factor de crecimiento nervioso penetra en los fibroblastos. Estas células se implantan en la sección del cerebro y segregan el factor de crecimiento que necesitan las neuronas. Las neuronas empiezan a crecer y a producir los neurotransmisores adecuados. Se supone que un tipo similar de terapia génica puede utilizarse para tratar la enfermedad de Huntington, la enfermedad de Parkinson, la depresión, etc.

     

     La terapia génica ha tenido cierto éxito en el tratamiento de tumores malignos. Se aísla una célula tumoral y se le introducen genes que codifican sustancias anticancerígenas del sistema inmunitario, como interferones e interleucinas. Cuando se reintroducen en el tumor, las células empiezan a producir estas sustancias, matándose a sí mismas y a las células malignas circundantes.

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